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El Corro de Manos

Entré en el lugar de Antonio y me detuve.
Me detuve sin parar de caminar en un cruce de caminos invisibles.
Antonio me iba contando poco a poco, desde antes de llegar, desde mucho antes, como si supiera que lo que se revela allí, entre las luces y las sombras, es un trozo de sí mismo, lo más profundo e íntimo de su trabajo.
Es quizás el motor esencial que le mueve a revelarnos lo que conmueve su ser. Aquello que se refleja en una película sensible de partículas, de eso que llamamos Arte, y que no son más que unas paredes pintadas. Unas paredes que lloran y bailan.
Antonio traspasa en este lugar todas las fronteras para llevarnos a su fuente. De donde brotan las lágrimas, come si fueran el espejo del aire que vibra, como la melodía secreta de un canto de todos. Es el canto susurado a un amigo que no está, y también lo es para el que está. Donde empieza la fiesta del silencio y se abre el silencio de la fiesta. Una banda de almas vuela con Antonio y nos hacen salir del laberinto, aquel que emana en el juego caprichoso de las colinas Piemontesas y que se enreda en el cuerpo que habitamos, en las casas que portamos.
Y cuando Antonio se disuelve en toda esa reticula, todo esa red tejida de deseos y fracasos, solo te queda sumarte a la fiesta y participar de su música.
Es la fiesta de todos los vivos, de todos los muertos y de los que traspasan la frontera del tiempo esperando en un parentesis su nacimiento, en el espacio que se esparce en el antes del nacer y en el tiempo que transcurre después del morir. Suena el silencio respetuoso del que ama y sueña las sombras de los humanos como si fueran luces.
Allí, las palabras se deshacen en balbuceos torpes y uno no es capaz de definir, pensar o decir, porque la cotidianidad no sensible se esfuma a trompicones.
Las sombras son las luces de este lugar sagrado. El día que nos enteremos y despertemos, las ánimas huirán de los cementerios vacíos y se darán cita en la maravillosa capilla de Antonio. Eso, ¡si no lo han hecho ya!
Yo ya he reservado plaza y le he dejado las llaves de mi casa a Antonio para jugar y danzar en este Corro de Manos.
El viejo te da la mano con todo su paisaje del tiempo.
El niño te da la mano con todo su paisaje del espacio.
Y de pronto sientes las manos de los antepasados y de los que están por venir. Manos que se dan la mano, pequeñas y grandes, rugosas y suaves, y el corro da vueltas y vueltas; y danzas,gritas y cantas, tal vez para comprender que estás en la fiesta de los que se dan la mano, en la fiesta de los humanos.
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